Autor: Luis Atencio
Con medio millón de personas contagiadas y 20 mil fallecidas, el Gobierno de Duque y las alcaldías de las principales ciudades han lanzado una ofensiva mediática para reabrir la economía.
Es en ese sentido que han anunciado el retorno a clases presenciales bajo el modelo de alternancia, como parte de la reactivación del comercio, el transporte y llegar a la etapa que han llamado ‘nueva normalidad’. Por ello la llamada alternancia – rechazada por los docentes en el Paro Virtual del 12 y 13 de agosto – es una agresión más a la infancia y a la juventud, que serán usadas como conejillos de indias de la reactivación de los negocios.
El panorama de la educación antes de la pandemia ya era difícil, a las precarias condiciones laborales se los docentes y los problemas de infraestructura, se sumaba el hacinamiento en las aulas y la condición de extrema pobreza de los estudiantes.
Con la pandemia, tanto docentes como estudiantes y acudientes, nos vimos enfrentados a la necesidad de desarrollar una educación remota con todas las limitaciones de conectividad y acceso a la tecnología, asumir gastos extras en servicios domiciliarios y planes de internet y extensión de la jornada laboral.
En la mayoría de los departamentos, se decretaron vacaciones anticipadas a principios de confinamiento, lo que hizo que en realidad este período de descanso se perdiera, en medio del proceso de adaptación que fue necesario implementar.
La alcaldesa de Bogotá, Claudia López, ha sido una de las mandatarias que más ha insistido en reabrir la economía y por tanto en usar a docentes y estudiantes como parte de su proceso de reactivación de los negocios. Por ello, anuncia que es posible que en un mes se vuelva a clases presenciales: “Vamos a ver si en octubre, cuando estemos un poco mejor, se da el regreso. Así nos toque volver parques en aulas de clase, los niños puedan volver a ver clases presenciales, para que puedan compartir con sus compañeros y vivir este ambiente escolar”.
A nivel mundial, el regreso a clases ha significado un rebrote de la pandemia, los casos más complejos fueron China y Corea del Sur. En el mes de junio, ambos países hicieron apertura de los colegios y dos semanas después tuvieron que cerrar por el aumento de los contagios.
En Europa, Francia hizo el retorno a clases el 22 de junio y dos días después tuvo que cerrar los colegios, de igual forma sucedió en Israel, donde tuvieron que revertir la medida y cerrar los centros de estudio.
Uno de los argumentos más reiterados para la apertura de las escuelas es que los niños son más resistentes a este virus, pero la OMS ha advertido que desde los diez años son asintomáticos, por lo que son transmisores silenciosos de la enfermedad.
Además, debemos tener en cuenta que el retorno a clases no solo expone a los estudiantes, que tendrían un modelo de alternancia, sino a docentes y administrativos que tendrán permanencia en las instalaciones de las instituciones educativas.
Colombia no ha mostrado una disminución en las cifras de contagio, el promedio en las últimas semanas se mantiene en 10 mil personas contagiadas y 300 fallecidas diarias, sin embargo, tanto el Gobierno de Duque como las alcaldías han estado empeñadas en abrir la economía, lo que no ha permitido controlar la pandemia.
Estas administraciones también saben lo que representaría para el comercio y el transporte el regreso a clases, por eso el interés de volver a clases presenciales sin importar lo que esto significaría para la salud de estudiantes, docentes y sus familias.
Debemos rechazar el modelo de alternancia en el país, incluso en los municipios en los que no se han presentado casos, pues la pandemia está en expansión y con la reapertura de aeropuertos y transporte intermunicipal es muy probable que el virus llegue a todo el territorio.
Es necesario que la Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación, Fecode, deje de plantear la ‘desobediencia civil’ como alternativa, pues esto implica dejar la lucha en responsabilidad de cada docente, y elabore un plan de luchas – junto a otros sectores de la clase trabajadora – para enfrentar los planes de este gobierno, que están condenado al hambre y a la muerte a la clase trabajadora y a los pobres.